Limpiando mi habitación encontré un álbum de recortes de cuando era pequeña, en él estaban mis viejo
amigos de la infancia, Blancanieves, los siete enanitos, mi preciosísima Bella acompañada por su Bestia, tampoco fataban las tres hadas de la bella durmiente, ni los ratoncitos de mi querida amiga Cenicienta, cómo no, tampoco faltaba Flaunder, mi gran amigo de aventuras bajo el mar. Seguí rebuscando por ese viejo cajón y encontré otro álbum, esta vez era de fotos, en él habían fotos de todo tipo, pero sobre todo, me marcó una que fue muy especial para mi, si, fue de la primera vez que hice un porté, y fue haciendo la imbécil con mis padres en la playa, hay cosas que nunca cambian y lo comprobé porque en el álbum siguiente vi como este verano hicimos los tontos y sí, hay cosas que nunca cambian.Rebuscando más aún en el viejo cajón, encontré un cuadernillo de problemas Rubio, si, matemáticas, cómo no, estaba sin terminar, con razón soy una negada para los números si de pequeña no tenía el coraje para acabar de hacer un simple librito de sumas, restas y divisiones por dos cifras.Y al seguir en ese viaje por el cajón me encontré mi más preciado tesoro, si, estaban ahí, mis zapatillas de ballet, intactas tras el paso de los años, al igual que la pañoleta de mi primera promesa scout, que la hice con ocho meses, un collar con significado sentimental, o la banda de cuando fui Miss en las fiestas de mi pueblo. Nunca tiro nada de ese cajón, será porque me gusta recordar los viejos tiempos, porque es como mi baúl personal de los recuerdos o porque simplemente, esas cosas han sido las que han hecho que hoy sea así.Son detalles insignificantes, pero que hacen que sonría.
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