Aprendí de los errores. Aprendí que las prisas no son buenas y que ir demasiado lento, es en ocasiones aún peor. Aprendí a reaccionar en circunstancias un tanto extremas, y a no perder los nervios. También, aprendí que es mejor bailar, que derramar cien lágrimas, y que una noche de fiesta en buena compañía, puede ser algo legendario. Aprendí a querer, olvidar y perdonar. Aprendí que quien juega con fuego, se quema, que el agua moja, y que la lluvia empapa. Aprendí que de ilusiones se vive, y que nadie tiene derecho a quitártelas. Aprendí que no importa ni la raza, ni el color, ni el idioma, cuando se trata de amistad. Aprendí a hacer amarres. Aprendí que si intentas engañar a tu madre, siempre acabará pillándote. Aprendí a tener los pies en la tierra. Aprendí a reaccionar rápido, y de manera acorde a la situación, ya fuera o mala. Aprendí a ser fuerte y a fortalecer a los que me rodean cuando lo necesitan. Aprendí a sacar una sonrisa en todo momento.
Y lo más importante, aprendí que me quedan muchas cosas por aprender.
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